Tu que vives y reinas en mi infancia absoluta.
Tu que te apoderaste de cuanto sueño vomitó mi alma
deja de llamarme desde esa pieza infinita de la cual nunca podré rescatarte, que es tan distante a la mia.
Desde esa pieza que conoce los más placidos sonidos
y que ha visto las más desnudas imágenes.
Yo te entregé a sus manos para que seas tu quien lo cuide en noches de insomnio, de pesadillas y de dolor y él paga mis deseos escondiendote en un closet para evitar mi presencia en tus ojos de tierra infertil.
Si hubiese conocido tu destino también te habría entregado.
Me desligo de tí querido amigo.
Perdona mis pecados y acompañame desde tu cielo en este infierno bendito.
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